domingo, junio 04, 2006

Hola... momento, estoy a punto de encender el cigarro que tengo entre mis labios.... NO DEBES FUMAR EN LA EMISORA, HEY ES EN SERIO; APÁGALO YA... si ya voy, ya abrí la puerta, guau, que noche fabulosa, la viste? La luces se entrelazan sobre los tejados, escenario perfecto para gatos noctámbulos, expertos en pericias amatorias sobre tejas fracturadas por el tiempo. La música de las cigarras tengo que traerla de los recuerdos porque aquí no suenan mucho más que autos y claro la emisora. En Caracas era bello el ulular casi agobiante de las cigarras, y como una cosa lleva a la otra ahora recuerdo mi caballo al que le tenia un pánico tremendo, luego aprendí a casi soltar las riendas y dejar que me llevara a los lugares que él prefería, alguna vez galope a pelo, fue maravilloso sentir su pelo en mis piernas, la brisa caliente de los llanos, el agua clara de un arroyo que cruzaba por la finca (hacienda sería pretencioso aunque tenia 22 hectáreas), luego y un poco más reciente, las visitas a Anolaima, la finca que aun tiene mi tío y que se reduce a dos fanegadas (¿cuánto es una fanegada?) llena de naranjos y mandarinos y maizales donde esconderse, hasta que el olor de la gallina fresca se colaba por las sendas y ya no había remedio, correr colina arriba a comer, la leña crepitando entre el fogón, la sonrisa infinita de mi madre, mi abuela que pasaba entre las manos una paz que sólo se gana con los años (o esa es la esperanza), el jugo de naranja, la mazorca en el asador, el platanito indispensable, el consomé de la gallinita tan amable, luego la llovizna densa que invita a dormir un ratito, el silencio acompañado por los pájaros, el perro que a lo lejos, las rancheras de mi tío, el café con panela, mmm, dónde está todo eso ahora? creo que a los 24 años he perdido más cosas de las que debí, o las cambie por una calma chicha que sólo se compensa con los brazos de la amada. No sabia que tuviera tan buenos recuerdos, ese palpitar indómito que tengo entre pecho y espalda fue un regalo de un galopar antiguo, es cierto que mi caballo era más un rocín que una babieca pero era mío en un lugar al que ya nadie podrá entrar a hurtar, imagino que luego con más canas y más mediaszuelas en mi alma estos serán también gratos recuerdos, una mujer maravillosa con quien conversar, vía mail, telefónica, o face to face.

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