viernes, septiembre 26, 2008




Es bueno ver que el café y el tabaco cumplen su función
el pulso alterado, los sentidos alerta
y esta extraña sensación de muerte previa.

Se que aun no es el momento de sumarme a la lista,
no ahora,
pero qué puedo saber de los próximos minutos,
esa eternidad que se suma para convencernos de la infinita nadería.

Es cierto, no es el momento exacto,
no es el lugar adecuado,
caer como un oficinista sobre el escritorio
sería demasiado patético,
pero, ¿y en la calle mientras camino?
¿no sería igual de estúpido?

Se que el momento justo no es,
como antaño,
el justo momento,
que la luna no refleja la muerte en el lugar de la caída,
que la espada no se acicala para el encuentro,
que en fin, no será decorosa.

Le he visto de frente,
mientras el anciano cruzaba el puente que lo llevaría a la otra calle
se desplomaba casi con satisfacción y rejuvenecía su cuerpo,
el peso de estar vivo.
Cuando la mujer se deslizaba,
sin quererlo,
escaleras abajo.
Mientras el hombre levantaba la jarra de cerveza
y la epiglotis no jugaba su papel, dejándolo tan torpe.

Le he visto tantas veces, sin el amor por su oficio,
arrebatando el honor,
para no hablar de la gloria,
de quienes tenían el momento justo.

Entristece que a la máxima aspiración del anónimo
le sea arrebatada la oportunidad de la trascendencia.