jueves, mayo 25, 2006

Versos Amargos

A Ruth por el cigarro

y el café de luego.

Mi nombre, me enseñaron en la escuela, es largo e impronunciable, tendido como un buen augurio es inofensivo, simple como la maleza que crece en las aceras...

¿Aun desconoces mi nombre?

Se gestó en salones/salobres de sudor y/o llanto (que cliché), viendo un paisito distinto al que se vivía en los campos, creyendo de a pocos una verdad insospechada, bien oculta y fragmentada, abandonada en un rincón lleno de grietas donde mis dedos aprovechaban para esconderse, como lagartijas tímidas.

Crecí en medio de mimos, como el Buda, y como a él me enterraron la tristeza en medio de los hombros, pero yo enano, nunca Buda, termine peleándole unos versos amargos a la muerte.