viernes, abril 27, 2007

Cómo se nos van los años...


Como en la imagen, el tiempo que he vivido lo llevo en mis espaldas... tragicómico el asunto. En fin.
Nunca como ahora este dolor se convierte en físico, este sabor en la boca tiene un nombre y sabe extraño, como los buenos vinos... pero sin serlo, sin dejar claro si está bien, si realmente me gusta este extraño devenir en hombre. Nada para que ustedes se preocupen, sólo una divagación de media noche...
Ahora las culpas son más, no en tamaño, creo que son iguales, como cuando rompí un vidrio en mi casa en Venezuela y de puro miedo aseguré la puerta del cuarto de mi madre y de mi padre desde adentro y me acosté a dormir, creyendo que si me sumía en un sueño que podía no ser profundo, o serlo, el asunto se solucionaria. Ustedes saben qué pasó.

Cuando desperte mi hermano había entrado por la ventana (Calle B voleita norte, Residencias Luis Alfredo, PISO 8, apartamento 45, es decir, mi hermano había salido por la ventana de mi cuarto, había entrado por la de mi madre y padre y allí estaba yo, con el vidrio no roto, con el vidrio no sano, no saludable, tan a medio quebrar, tan a medio salvarse... esa fue la única vez, o eso dice mi memoria, que mi padre me golpeo. Una única vez, con una sandalia, pantufla, chancla, como le digan al asunto, que para mi honor daba lo mismo. ¿Me aliviaron la culpa con el castigo? No, pero tampoco les interesaba esa minucia. El punto es que el peso, tamaño, textura, olor o hedor de las culpas es la misma, siempre, la cuestión es que como los puntos de las tarjetas son acumulables.

Tengo a esta hora, 26 años, no cambiará el asunto hasta el proximo 14 de marzo, lo juro, no cambiará... pero se van acercando una a una o dos a dos, todas por la misma calle sucia de la infancia, todas dan vuelta en la misma esquina, todas paran ante la misma puerta, y yo quiero ser como el monarca que describe Saramago en el ¨Cuento de la isla desconocida¨y hacer caso omiso de sus llamados, o delegar, o ignorar, pero persisten , convencen a la portera, hacen que la gente se quede mirando con desaprobación... y las dejo entrar, las dejo entrar con todo y su algarabía, o su silencio necio.

Ahora están preparando un café en la cocina de mi hogar, una de ellas quiere el té de amaretto que compre hace poco.

Pesa cargar a las culpitas, elefantes inmisericordes que me recuerdan quien soy, que he asesinado a dios tantas veces que a estas alturas (o a esas) el debe creer que realmente existe, que tiene derecho, porque el izquierdo no le pertenece a los tiranos (cuando la izquierda es de los tiranos es la más salvaje derecha), y hace cuentas, se debe relamer sus bigotes recien justificados, se debe masturbar frente al espejo.
Bueno, esta debe ser la primera parte del escrito, y no por cuestiones de estrategia literaria, el sueño pincha los riñones, el cansancio se suma a las culpitas.
Nos encontraremos luego.

4 comentarios:

Unknown dijo...

La poesía es igual que la vida, te desesperan cuando quieres sacerles el punto lógico, de hecho es una tarea inútil...en mi concepto, claro está
quizás seamos nosotros los mismos seres humanos los ilógicos...no lo sé y tampoco me preocuparé por descubrirlo

Unknown dijo...

La vida es igual que la poesía, te desesperan cuando intentas buscarles un punto lógico
Quizás seamos nosotros los ilógicos...no lo sé y no será mi tarea descubrirlo

Unknown dijo...

nada es lógico en la vida, ni los seres humanos lo somos, o sí???
no es mi tarea descubrirlo

Unknown dijo...

nada es lógico en la vida, ni los seres humanos lo somos, o sí???
no es mi tarea descubrirlo