Por mi ventana entra
la voz de un perro en medio de la noche,
se bien que las cosas no andan bien
desde que los versos y los besos se me niegan.
Ya una vez he tenido el oficio de poeta,
como ahora sin gloria,
y con los dedos llenos de pena.
Nuevamente hago uso del lenguaje
para exponer ante los ojos indiscretos
el olor de mi espíritu
y su sangre.
El perro ahora calla;
ya en la noche se despierta el silencio
como siempre lleno de sonidos,
de ausencias,
de presencias lejanas y distantes.
Ha de ser una vez más que la memoria,
me recuerda la artesanía de las letras,
se empeña en mostrarme la importancia
de ser un forajido, uno que bajo la mirada de la luna,
se resiste a perder la voz que de las manos surge.
José Luis Palacios L.
2011